MENTIROSOS Y ESTRATEGAS



Hay tres situaciones en las que es especialmente difícil detectar mentiras. La primera, cuando el mentiroso es un gran actor y está profundamente convencido de lo que dice. La segunda, cuando la mentira es tremendamente verosímil y corresponde con el sentido común y la tercera, cuando el auditorio está deseando creer lo que se le cuenta.
Normalmente se espera hasta obtener evidencias objetivas para determinar si alguien ha mentido o no, pero una investigación sólo se inicia cuando la sospecha ha hecho acto de presencia
La mayor parte de las veces la sospecha es una percepción subjetiva que el mentiroso produce en uno o más de los miembros del auditorio, cuando  algo no cuadra, existen incongruencias, o el beneficio obtenido es incomprensible. Por ejemplo, si el sospechoso habla de forma monótona e inexpresiva como recitando un discurso aprendido de memoria puede resultar poco creíble, porque da la impresión de estar ocultándose tras una pantalla de control emocional calculado. Pero si se le escapan microexpresiones faciales incongruentes con lo que dice, o su cuerpo se mueve de forma inapropiada o no para de rascarse,  todos a su alrededor sabrán de inmediato que algo no va bien. Especialmente si estuviera defendiendo su inocencia y hubiera sido pillado in fraganti.


La voz, es otra gran delatora de mentiras, porque es muy sensible a los cambios en el estado emocional de su propietario. Suele delatar mentiras cuando aparece la vacilación, pausas demasiado largas, circunloquios evasivos, la repetición de palabras, el enlentecimiento de lo que dice con interjecciones como "esteeee" o el garraspeo entre palabras. O simplemente, que de repente se vuelva más aguda o mucho más grave, con mayor volumen o precipitada.
Pero en general  se podría decir que todo el cuerpo y especialmente las reacciones que produce el sistema nervioso autónomo es un potente aliado de la verdad. Nos indica con ruborización, sudor inapropiado, dilatación pupilar, modificaciones en la tensión arterial, taquicardia y temblores, que existe una emoción interviniendo de forma tácita en el discurso del mentiroso. Razón por la cual el polígrafo o detector de mentiras es, en la mayoría de los casos, un eficaz instrumento.

Otra técnica que podría ayudar a la identificación de la verdad es el estudio en video de la actuación del sospechoso, pues según Paul Ekman, psicólogo de la Universidad de California y colaborador del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, si se estudia a cámara lenta es muy probable encontrar durante su intervención algunos de estos indicadores que ayuden a aumentar o a disminuir la sospecha. Las microexpresiones incongruentes con lo que está diciendo pueden verse en una charla normal pero cuando se requiere más precisión es mejor estudiar a cámara lenta las imágenes porque el mentiroso experimentado las borra inmediatamente. Aunque, también es cierto, no constituyen una prueba definitiva de la falsedad de lo dicho, sino que podrían deberse a otra clase de conflictos internos del orador.

Yo tiendo a encontrar tres tipos de mentirosos. El mentiroso evitativo, que miente para evitar las consecuencias de sus acciones y escapar a la supervisión y al que se le pilla fácilmente. El mentiroso inconsciente, que anda convencido de lo que dice, porque es un especialista en el autoengaño y al que cuesta un poco más pillar. Y finalmente el mentiroso instrumental que es el más difícil de detectar, porque actúa movido por el interés de engañar para conseguir algún fin o beneficio. Se trata de un estratega de la mentira que borra sus huellas y planifica sus actuaciones de forma muy racional, dejando pocas fisuras. Solo levanta sospechas su exceso de celo y su desconfianza hacia los demás y su distancia cortes e irreprochable nos informa de su actuación calculada.

Existen otros muchos tipos de mentirosos, pero en general, en una sociedad donde la representación escenificada de los hechos es tan importante, lo natural es sobreactuar las intervenciones. No se trata sólo de ser algo sino de parecerlo mucho, de forma que controlar cuidadosamente la percepción que el auditorio tiene de lo que se dice es algo fundamental.

Mentir, es parte de la naturaleza humana del mismo modo que detectar la mentira. Las personas en la vida cotidiana recurrimos a la omisión de datos, a la simulación de hechos, a la deformación de los acontecimientos, a la magnificación, a la mentira piadosa y otras muchas formas de engaño. Por eso, simplemente fiándonos de los sentidos, resulta fácil  detectar la mentira, cuando alguien conocido realiza alguna de estas maniobras en nuestra presencia.

Pero otra cosa es enfrentarnos a un prestidigitador profesional, cuyo arte consiste en hacernos creer lo imposible, de manera que los sentidos y la razón se contradigan. El mago controla nuestra atención y la sitúa  allí donde quiere y luego crea la ficción abusando de la confianza que pusimos al considerar cierto aquello que nos enseñó. Fenómeno conocido como "priming effect" o efecto de primado. Cuya fundamento se encuentra en procesos perceptivos y sesgos cognitivos del procesamientos humano, muy difíciles de evitar. Mordemos el anzuelo de una verdad aparente y quedamos atrapados hasta que ocurre la consecuencia sorprendente o bien, en muchos casos, nos resulta inaceptable la mentira que intuimos. Especialmente si el prestidigitador realiza rápidamente maniobras distractivas que por la vía de los estímulos nos convencen de que era cierto. En otros términos, se las arregla para negar la sospecha con pruebas convincentes.

En  la arena de lo público todo ha llegado a ser declamación y prestidigitación. De ahí que cada día se haga más complicado identificar a los fiables, y por tanto, más necesaria la formación para detección de la mentira.



1 comentario:

  1. Mordemos el anzuelo de una verdad aparente y quedamos atrapados hasta que ocurre la consecuencia sorprendente o bien, en muchos casos, nos resulta inaceptable la mentira que intuimos

    Me gusta mucho esa parte, que gran verdad

    https://www.youtube.com/watch?v=QQTPvg2UJVg

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