CON-VIVIR

Levantarse cada mañana tiene un sentido nuevo si eres consciente, de que cada una de tus acciones tiene un impacto sobre los demás y de algún modo sobre el mundo.

Cuando te das cuenta de esto adquieres una responsabilidad trascendente, y a cada paso te ves en la tesitura de tomar decisiones, que pueden facilitar la convivencia y mejorar a los demás, o pueden crear problemas y dañar a alguien.

Si calculas bien las consecuencias y en función de ellas eliges la clase de conducta que vas a realizar, tus acciones acabarán hilándose para construir una historia que está destinada a la construcción de un mundo mejor. Por lo menos en cuanto a tu entorno se refiere.

Asumir esa misión es emprender un viaje en el que se debe enfrentar peligros que ponen a prueba tu determinación y tu fuerza, pero sobre todo tu capacidad para tener en cuenta lo que el otro necesita antes de lo que necesitas tú.

Hace unos años las relaciones interpersonales estaban sujetas a las reglas del poder. El que lo tenía podía manejar y utilizar al otro para sus fines casi sin tenerlo en cuenta. Una suerte de esclavitud mal disimulada que era muy rentable y hacía mucho daño al que lo sufría. Se trataba de establecer las relaciones con la mirada puesta en la productividad y en el beneficio y esto formaba parte del sentido común, tanto en las instituciones como en las familias.

Contra todo sentido, hoy, entender a los demás como meros instrumentos al servicio de unos fines o de un poder, no está erradicado. De formas sutiles en las sociedades "civilizadas" y de formas groseras en los países en "vías de desarrollo". Hoy se siguen atropellando los derechos de los seres humanos, utilizando el chantaje, la amenaza, la ignorancia y los señuelos ilusorios, para extraer beneficio a pesar de que se atente contra la salud física y mental de las personas (infartos, úlceras, trastornos de ansiedad, síndrome de burnout, etc.).

La despersonalización ha sido la clave para llevar esto a cabo. Es la idea de que el individuo productivo carece de un ser subjetivo, que es un mero ejecutor de tareas. Un cuerpo carente de alma, o un salvaje nativo despreciable.

Afortunadamente en este particular momento de la historia, el gran debate sobre la convivencia se ha empezado a abrir. La condición humana de los individuos no queda ya oculta tras el lugar que ocupa en la jerarquía de poder sino que es explícita y mesurable.

Por muy empleado o hijo que sea es ante todo una persona con derecho constitutivo a la dignidad y a la libertad y por tanto, las condiciones de participación en una empresa empiezan a ser objeto de negociación, desde el punto de vista de la preservación de su bienestar físico, mental, social y económico.

Sin embargo, puestos a señalar la primera y más importante de las consignas para el establecimiento de nuevos modos de relación y esta es la tesis que vengo a defender, todos debemos actuar de forma que aumentemos las posibilidades de elección del otro, extrayendo todo gesto de violencia o de fuerza de la relación.
Algo tan simple y tan complejo como eso es la clave fundamental para la nueva convivencia en una sociedad que mira hacia el futuro con anhelo y desea encontrar aplicaciones a la tecnología, más allá de lo meramente recreativo. Elegir aumentar las posibilidades de elección de los que te rodean, es justo lo contrario de la eficacia mecánica de la sumisión en la convivencia y precisamente lo que promueve la noción de red de la cibernética. Más libres cuanto mejor conectados, mejor conectados cuanto más libres: mejores personas.


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